Comunicar para no olvidar
La memoria es un instrumento asombroso de comunicación, que además de transmitir información manifiesta una variedad de sentimientos y emociones.
Pasar información a otros en tus propias palabras ayuda a recordarla. Te acuerdas mejor de películas y libros, por ejemplo, si relatas el contenido. Además, hablar de tu perspectiva otorga cierta coherencia al recuento, que se graba en tu memoria y en la de los demás.
Nos puede pasar a todos: vemos una película por la noche en la televisión y al día siguiente no recordamos de qué se trataba, ni mucho menos los detalles en torno a la trama. Algunas personas se asustan por la incapacidad para recordar, y temen que su memoria esté fallando.
En vez de sobredimensionar las cosas, debes preguntarte lo siguiente: ¿Disfrutaste la película? ¿Te pareció interesante? ¿Te vinculaste emocionalmente con alguno de sus elementos? No olvides que querer recordar es un componente clave de la buena memorización. Si ves una película simplemente para relajarte, sin prestarle mayor atención, lo más probable es que no recuerdes mucho.
Lo mismo sucede con la gente que se queja porque no se acuerda de lo que leyó la noche anterior. Si lees para dormirte más fácilmente, no estás prestando la suficiente atención a la lectura como para recordarla.
Contarle a alguien de qué trata una película o un libro que acabas de ver o leer es una gran forma de cerciorarte de que lo recuerdes. A fin de que la persona a quien se lo cuentas pueda comprender, debes estructurar tu versión de los distintos aspectos de la trama, clasificarlos y seleccionar lo que es más importante.
Resulta más fácil codificar la información si la reorganizas. Comentar un libro o una película estimula tu capacidad para organizar ideas sobre el contenido, y de esa forma se te graba en la memoria. Además, si sabes que vas a contarle la trama a alguien más, prestas más atención y realmente te concentras. No eres simplemente un consumidor pasivo de la historia.
En toda conversación sobre un evento cultural, la memoria es un instrumento asombroso de comunicación, que además de transmitir información manifiesta una variedad de sentimientos y emociones. No hay comunicación significativa o dinámica sin una interacción considerable, y esto no se parece en nada a la comunicación con una computadora, cuya memoria prodigiosa solo puede descargar una cantidad enorme de información … desprovista de todo sentimiento.
Lo individual aporta a lo colectivo
Compartir tus experiencias con otras personas te da la oportunidad de reconsiderar tu propia vida. Puedes escoger los que parecen ser tus recuerdos más importantes. Cerciorarte de que sobrevivirá tu historia personal, como hicieran tus antepasados, implica continuidad en un mundo en el que hay tal exceso de información. El ritmo acelerado de la sociedad contemporánea da la impresión, en ocasiones, de que nuestras vidas están desconectadas del pasado, como si viviéramos en una especie de carrera frenética hacia el futuro.
Muchas personas sienten que pierden puntos de referencia, lo cual conduce a un sentimiento de inestabilidad. Si bien debemos evitar las trampas de la nostalgia y de la exaltación del pasado (¡no todo era mejor antes!), podemos participar en este acto constructivo de transmitir nuestros recuerdos. Tiene razón la sabiduría popular al proclamar que no podemos decidir a dónde ir si no sabemos de dónde venimos.
Tu contribución a la memoria colectiva consiste en hacer un recuento oral de tu vida, mediante el cual pasas conocimientos, compartes recuerdos y expresas sentimientos. También contribuyes con lo que transmites genéticamente. Solo tienes que observar ambos lados de tu familia para darte cuenta de que prevalecen ciertas características físicas o rasgos de carácter. Además, está todo lo demás que comunicas y que trasciende al lenguaje: lo que aportas inconscientemente mediante tus gestos faciales, forma de hablar, comportamiento o reacciones.