La depresión es un trastorno del estado de ánimo que afecta negativamente la manera en la que se siente, piensa y actúa.
Puede causar una amplia gama de problemas emocionales y físicos y puede interferir con la capacidad de trabajar, estudiar, mantener relaciones y disfrutar de las actividades que antes eran agradables.
Es una de las enfermedades mentales más comunes del mundo. Afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo, y es la principal causa de discapacidad en personas de 15 a 44 años.
La depresión tiene una amplia gama de síntomas: desde la melancolía, que nos afecta a todos en cierto grado en algún momento de la vida, hasta una sensación agobiante de desesperanza.
La depresión ocurre cuando se desequilibran la serotonina, la dopamina y la noradrenalina, sustancias cerebrales que regulan el estado de ánimo.
Esto puede deberse a detonantes ambientales o biológicos. Sin embargo, la depresión no es solo una enfermedad del cerebro. La mayoría de las personas afectadas experimenta trastornos corporales, como debilidad muscular y pérdida de energía.
Puede haber migraña, dolor general o problemas digestivos. La calidad del sueño suele ser mala y los enfermos tienden a despertar de madrugada.
A veces puede aparecer como factor que contribuye a dolencias poco conocidas, como la fatiga crónica o la fibromialgia.
Es importante reconocer que la depresión es una enfermedad real que necesita tratamiento real; no pienses que las personas deprimidas solo tienen que dejarse de cuentos y seguir adelante.
A veces puedes controlar la depresión solo hablando de tus problemas con un familiar o amigo. Sin embargo, si persiste y comienza a interferir con tu vida diaria, es hora de ir al médico.
Estos sentimientos podrían ser la manifestación física de un desequilibrio químico en el cerebro y puede ser esencial utilizar medicamentos para restablecer este delicado equilibrio. Tu médico puede recomendarte a un terapeuta.
Cuéntale a tu médico sobre los cambios recientes en tu vida que podrían estar provocándote depresión, pues cualquier plan de tratamiento debe tenerlos en cuenta. Por ejemplo, si la causa de tu ánimo decaído es la soledad, el solo hecho de tomar medicamentos no va a resolver el problema.
Además, en ocasiones, la depresión se relaciona con un trastorno de salud, como la enfermedad de Parkinson o un EVC.
Comúnmente se piensa que la depresión es parte natural del envejecimiento. ¡Pues no! Aunque los adultos mayores enfrentan numerosos cambios y pérdidas, sus habilidades de resistencia aumentan con la edad.
Alrededor del 3% de los ancianos sufre depresión grave y otro 15% tiene síntomas depresivos que no cumplen los criterios de depresión clínica.
Sin embargo, a menudo, los médicos no saben cómo detectar la depresión en personas de la tercera edad, aunque los antidepresivos pueden renovar el gusto de vivir. Por eso, con frecuencia no se tratan los casos de depresión en pacientes mayores.
La depresión puede coexistir con muchas de las dolencias crónicas que sufren las personas de edad avanzada.
La pérdida de independencia por discapacidad o enfermedad también contribuye a la depresión de los ancianos y los sentimientos de soledad y aislamiento pueden exacerbarse conforme los seres queridos se mudan o mueren.
Otro factor importante es la toma de medicamentos. Ciertos fármacos —como los que se recetan para la presión arterial, los somníferos y algunos analgésicos y tratamientos para la artritis— pueden ocasionar depresión.
Enfermedades vasculares y depresión. Con frecuencia los casos de depresión se vinculan a condiciones vasculares que pueden causar enfermedades como EVC e infartos.
Si la depresión ocurre por primera vez en una persona mayor de 50 años, es muy importante hacerle un examen médico completo, una tomografía cerebral para detectar cambios vasculares y, en algunos casos, un examen detallado de cognición.
Después se deben incorporar a su plan de salud ciertas medidas para controlar los factores de riesgo.
¿Es depresión o demencia? En las personas de mayor edad, la depresión a veces puede confundirse con demencia, y viceversa, debido a que comparten síntomas de pérdida de memoria, cambios en los niveles de energía, pérdida de interés en sus pasatiempos, dormir demasiado (o muy poco) y dificultad para concentrarse.
Aunque las personas con antecedentes de depresión antes de los 60 años son más propensas a desarrollar enfermedad de Alzheimer que quienes nunca han estado deprimidos, no se ha podido establecer una relación clara entre estas dolencias.
Los científicos no están seguros si la depresión desencadena la demencia o si es un síntoma temprano de ella.
El daño a los vasos sanguíneos por enfermedad cardiovascular también puede predisponer a la depresión y al Alzheimer e incluso podría ser el vínculo a una o ambas.
Si a ti o a un ser querido les han diagnosticado demencia, es importante que se haya descartado primero la depresión.
El tratamiento de la depresión depende de la causa y la gravedad de los síntomas. Alrededor de 15% de los casos de depresión se deriva de una enfermedad subyacente, como pérdida auditiva no detectada, diabetes, cáncer o hipotiroidismo.
Aunque atender la enfermedad es esencial, la depresión “secundaria” suele requerir tratamiento con fármacos.
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