Entre más utilizamos la memoria, mejor nos adaptamos a las responsabilidades de la vida adulta y la madurez. Después, la memoria nos permite volver al pasado para recordar lo vivido.
La adultez (comprendida entre los 25 y los 50 años de edad) todavía es una etapa de aprendizaje. Vas adquiriendo conocimientos en respuesta a las expectativas de la sociedad (en lo profesional y en lo familiar).
Sin embargo, durante este periodo también empiezas a aplicar otro aspecto de la capacidad para recordar, pues dependes más de las experiencias que has ido adquiriendo. Así, logras adaptarte más fácilmente a las nuevas responsabilidades que surgen en esta parte de la vida.
Después de los 40 años, seguramente notarás una ligera disminución en la capacidad para concentrarte, y se volverá más difícil aprender nuevas aptitudes. Así pues, como adulto debes aprovechar mejor tu poder de concentración, prestar más atención en una situación de aprendizaje y, en lo posible, evitar las distracciones. Dale prioridad a las técnicas de repetición y a evocar detonantes e imágenes mentales.
Al sobrevenir la madurez, alrededor de los 50 años, muchas personas sienten que empieza un momento en la vida en que se debe hacer un balance y llegar a conclusiones relevantes sobre las experiencias y vivencias que han adquirido. También es una época en la que reconsideran su pasado a la luz del rumbo que han tomado sus vidas e intentan distinguir algún tipo de patrón que pudiera darle sentido. De cierta forma, al pensar en los acontecimientos de nuestra existencia volvemos a vivirlos e intentamos comprender lo que ha sucedido, procurando convertirlos en una progresión en la que todo encaja.
En esta etapa, nos damos cuenta de que las mismas preguntas se repiten: “¿Quién soy? ¿Cómo me han convertido en lo que soy los eventos de mi vida? ¿Cómo he aprovechado mis vivencias?”. Esta búsqueda de identidad hace que la memoria se vuelva un sitio único en el que cada persona probablemente encuentre quién es en realidad.
La madurez también es la etapa en la que cuestionamos el buen juicio de las elecciones que tomamos, pues en ese momento esas decisiones son difíciles de revertir. Y si tenemos que tomar otras determinaciones, como formar otra familia o cambiar de trabajo, salen a relucir más marcadamente las dudas e interrogantes. Te puede interesar leer: Claves para verte y sentirte bien en la madurez
No debemos perder la confianza en nuestra memoria, sino simplemente darnos cuenta de que nos toma más tiempo activar la concentración. De igual forma, se hace más difícil prestar atención. En lo posible, debemos evitar las distracciones. Recuerda que el cerebro siempre procura utilizar la menor cantidad de energía posible, por lo que la memoria tiende a ahorrarla ciñéndose a una rutina fija. Así pues, de vez en cuando debemos incorporar cambios menores de comporta- miento a nuestras vidas a fin de afrontar la variedad y la novedad sin mayor dificultad.
Además, en la edad adulta también tienes un poco más de espacio para ti. Ahora es cuando puedes dedicarte más a actividades culturales que antes habías dejado de lado por falta de tiempo, o adquirir nuevas aptitudes a las que no tenías acceso por la misma razón. La sed de conocimientos es una característica de esta época. Solo piensa en la cantidad de gente madura que acude a eventos culturales o participa en cursos de educación para adultos.
Mantener la mente y la memoria activas depende, en cierta medida, de tener un ritmo de vida regular: sueño suficiente, tres comidas diarias (más colaciones), una siesta por la tarde, de ser posible (o un tiempo corto de descanso cuando sea necesario). También ayuda no dejar que te apresuren o interfieran en tus actividades, y tomar tiempo para pensar antes de actuar. A fin de saber si tu ritmo de vida te sienta bien, asegúrate de no sentir mucho cansancio al despertar en la mañana, de que eres relativamente ecuánime y de que tu peso se mantiene más o menos constante.
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