Actívate

Metabolízate

Se trata de una serie de procesos continuos cuyo objetivo es transformar el combustible que obtenemos —los alimentos y bebidas— en una fuente de energía para el cuerpo. El organismo usa esta energía para llevar a cabo varias funciones, como mantener los latidos del corazón, crecer, reparar los tejidos y suministrar combustible para las actividades físicas. La cantidad de energía (medida en kilocalorías) quemada depende del metabolismo. Si el cuerpo recibe más combustible del necesario, el exceso se almacena en forma de grasa.

Gasto energético basal (GEB)

Este término se refiere a la cantidad de energía que necesitas para llevar a cabo funciones orgánicas vitales —como la respiración, el latido cardiaco y la preservación de la temperatura— cuando tu cuerpo está totalmente en reposo, sin actividad. En otras palabras, es la cantidad de combustible requerida para que la maquinaria siga andando. Del total de energía que utilizas al día, entre el 60 y el 80% se destina al GEB.

Algunos de los factores que influyen en él están fuera de tu control, como:


  • Edad: por lo general, el metabolismo se desacelera con la edad debido, en parte, a la pérdida de masa muscular.
  • Género: los hombres tienden a metabolizar los alimentos más rápido que las mujeres pues su cuerpo es más grande y tiene más músculo que grasa.
  • Herencia: los genes pueden determinar, en parte, el GEB.
  • Factores ambientales: cuando hace mucho frío o calor, el cuerpo tiene que hacer un mayor esfuerzo para mantener su temperatura normal. Esto acelera el metabolismo.

El ejercicio y el metabolismo

La actividad física, factor que influye significativamente en el GEB, sí está bajo tu control. Cualquier acción —como pelar chícharos, ordenar papeles o sentarse a leer— repercute en el metabolismo de manera sutil, pero lo que de verdad produce cambios drásticos es el ejercicio intenso o vigoroso. Ejercitarse con reguliaridad ayuda a construir músculo, que quema calorías incluso en reposo. Esto significa que entre más te actives, más rápido metabolizarás los alimentos, y más energía quemarás. Con el tiempo, el hábito de hacer ejercicio acelera el metabolismo de manera que el cuerpo invierte más energía en todas sus funciones, desde dormir hasta nadar.

Desde la infancia

Los padres de familia deben hacerse responsables de la dieta y nivel de actividad física de sus hijos. Lo ideal es que a los tres años el niño ya cuente con hábitos sal dables de alimentación y actividad física.

  • Evita alimentar a tus hijos con productos ricos en grasas y azúcares. Trata de limitar el consumo de refrigerios procesados o empacados. Si tus niños le toman gusto a los postres, seguramente conservarán esa afición de adultos.
  • Limita o evita la ingesta de bebidas endulzadas.
  • Disminuye el tamaño de las porciones.
  • Trata de seguir la misma rutina a la hora de comer.
  • Evita premiar a tus hijos con postres cuando coman bien.
  • Si ya están satisfechos, no obligues a los niños a acabarse el platillo.
  • Ten a la mano colaciones saludables. Es más probable que ofrezcas a tus hijos bastones de zanahoria si los tienes en el refrigerador.
  • Mándales fruta fresca y un saludable antojo casero para que almuercen en el colegio. Evita los refrigerios procesados. Hornea en casa los postres y galletas, y así podrás controlar su contenido de azúcar.
  • Fomenta la actividad física. Dale prioridad a los pasatiempos activos (caminar, practicar algún deporte) sobre los pasivos (jugar con la computadora, ver televisión). Evita tener pantallas en el cuarto de los niños.
  • Pon el ejemplo. Tus patrones de consumo influyen significativamente en el peso de los niños. Si una familia tiende al sobrepeso, los padres deben poner mayor énfasis en la elección de alimentos saludables.
Lilo Flores

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