El cerebro es el órgano más complejo y esencial del cuerpo humano. Si queremos protegerlo y nutrirlo para que se mantenga en óptimas condiciones por mucho tiempo, debemos entender a grandes rasgos cómo funciona.
A simple vista, el cerebro no llama la atención. Es una masa rosa grisácea y arrugada de superficie similar a la de una nuez de Castilla. Una serie de pliegues —que sirven para acomodar más materia en un espacio pequeño— le confieren ese aspecto poco estético. Pero las apariencias engañan: el cerebro es un órgano sumamente complejo que nunca deja de trabajar. Incluso mientras duermes desempeña funciones vitales, como mantener el ritmo de la respiración y los latidos del corazón, desechar toxinas, consolidar recuerdos y hacer frente a las explosiones súbitas de energía provocadas por los sueños.
En vigilia, el cerebro tiene la fascinante capacidad de hacer muchas cosas a la vez: regula las funciones físicas y mantiene tus sentidos en alerta máxima mientras conduces por una avenida transitada y prestas atención a los señalamientos viales, repasas el camino, tomas tu almuerzo y escuchas la radio… todo en un solo instante.
Esta amplísima gama de actividades se origina en una masa de color rosa grisáceo ubicada dentro del cráneo (nos referimos al cerebro) que recorre toda la médula espinal (que está en la espalda) y llega a un punto justo debajo de la cintura. El cerebro y la médula espinal forman el sistema nervioso central (SNC). Su labor consiste en captar, procesar y responder a la información proveniente del mundo externo, que ingresa al sistema a través de los sentidos y los nervios distribuidos por todo el cuerpo. Quizás te interese saber cómo evoluciona nuestro cerebro.
Se estima que el cerebro humano tiene más de 100 mil millones de neuronas y muchos más neurogliocitos, que respaldan y protegen a las primeras. La actividad cerebral gira en torno al intercambio de información entre las células encefálicas a través de ciertos puntos de unión llamados sinapsis. A mayor número de sinapsis, mejor comunicación interneuronal y, por ende, mayor potencia mental. Lo que hace al cerebro aún más notable es el número de conexiones con las que cuenta: ¡casi 100 billones!
Es una compleja red que maneja los impulsos nerviosos, controla las sensaciones y los movimientos y regula las emociones y la mente. Se divide en dos partes anatómicas complementarias: el sistema nervioso central y el sistema nervioso periférico.
A su vez, el sistema nervioso periférico se divide en dos:
Las facultades que nos distinguen como seres humanos se originan en las capas más superficiales del cerebro: sus dos hemisferios y, en particular, la superficie de estos, llamada corteza cerebral. Es ahí donde se gestan los pensamientos, el lenguaje, la lógica y la imaginación.
El cerebro se puede dividir en cuatro estructuras características:
Estas estructuras, que son autónomas y a la vez interdependientes, trabajan juntas para dar lugar a una fascinante gama de facultades.
Estos se ubican en la porción superior del cerebro y son las estructuras de mayor tamaño. Se componen de sustancia blanca y gris. Su superficie externa, conocida como corteza cerebral, está formada por los cuerpos de las neuronas (sustancia gris). Cada una de estas células se conecta a cientos de otras en la corteza, lo cual permite procesar una enorme cantidad de información. Es en esta delgada porción de la superficie cerebral donde se llevan a cabo todas las funciones mentales superiores, como el pensamiento y la planeación. La porción más voluminosa de los hemisferios yace debajo de ese fino estrato de sustancia gris. Se trata de una serie de largos cables de materia aislante dispuestos entre una y otra neuronas, cuya función es conectar la corteza con el resto del cerebro. A estas estructuras se les conoce como sustancia blanca.
Los hemisferios contienen los componentes “pensantes” del cerebro y llevan a cabo funciones meramente humanas, como las siguientes:
Son dos los hemisferios: el derecho y el izquierdo, los cuales se dividen en cuatro lóbulos. Aunque a simple vista son casi idénticos, desempeñan funciones muy diferentes. El izquierdo se encarga de procesar el pensamiento lógico, matemático y lingüístico, mientras que el derecho se relaciona con las emociones, la música y el arte.
En general no notamos esta diferenciación, gracias a la existencia de un órgano que conecta ambas mitades del cerebro: el cuerpo calloso. Esta especie de puente transmite información de ida y vuelta sin parar. Opera tan rápidamente que los hemisferios parecen funcionar como una sola estructura.
Lóbulo parietal: Se extiende hacia la región posterior del cerebro y se encarga de las sensaciones físicas. Aquí se recibe la información referente al gusto, tacto y temperatura, proveniente del resto del cuerpo. También desempeña un papel destacado en cuanto a habilidades espaciales y conciencia del entorno.
Lóbulo occipital: Se encuentra en la parte posterior del cerebro y regula la visión. Permite enfocar la vista, interpretar el significado de las formas y colores, y registrar estímulos en la memoria visual de corto plazo.
Lóbulo temporal: Se encuentra debajo de las sienes y su función es procesar e interpretar sonidos. También interviene en la composición y recuperación de palabras, ideas y nombres. El hipocampo, considerado tradicionalmente como la “sede de la memoria”, también se aloja en el lóbulo temporal. Si esta estructura se lesiona, la persona perderá la capacidad de memorizar datos o sucesos recientes. La vida se convertirá en una novedad constante.
Significa literalmente “cerebro pequeño”. Esta estructura arrugada y de tamaño reducido situada en la base del cerebro es el centro del equilibrio y la coordinación. A pesar de sus dimensiones, contiene la mitad de las neuronas del cerebro. Si bien la corteza motora del lóbulo frontal envía mensajes a los músculos a fin de moverlos, el cerebelo funge como director de orquesta al coordinar todos los movimientos que te permiten, por ejemplo, nadar en línea recta dentro de una alberca, caminar por la calle, golpear una pelota de golf, o tejer un suéter.
Esta es por mucho la estructura más trabajadora del cerebro: controla cientos de procesos inconscientes que te mantienen con vida. Todos los impulsos nerviosos entran y salen por esta área. Además, se encarga del procesamiento automático y ajuste fino de las señales nerviosas. El tronco encefálico se compone de los siguientes elementos:
El tronco encefálico también es importante debido a que las fibras nerviosas de un lado del cuerpo pasan por ahí para conectarse con el lado opuesto del cerebro: el hemisferio derecho controla el cuadrante izquierdo del cuerpo, y viceversa.
Yace en las profundidades de la corteza cerebral. Se trata de un conjunto de estructuras primitivas responsables de algunos de los instintos humanos más básicos. Su función es relacionar los procesos inconscientes llevados a cabo por el tronco encefálico con las actividades conscientes de los dos hemisferios.
Es culpa del sistema límbico, al menos parcialmente, ya que este regula nuestra respuesta al placer. ¿Saliste corriendo para escapar de un perro bravo? Agradéceselo a tu sistema límbico, el gran responsable de nuestro instinto de supervivencia. ¿Te picó una abeja en la infancia y ahora te dan pánico? El sistema límbico no te permitirá olvidarlo jamás. Además de lo anterior, también se encarga de nuestras necesidades más básicas. Si esta región se lesiona, el apetito, la agresividad y los impulsos sexuales pueden salirse de control por completo. Y eso, como imaginarás, puede generar grandes complicaciones.
Esta pequeña área del cerebro fija los recuerdos de corto plazo en la memoria de largo plazo. Junto con el hipotálamo, es responsable de las conductas agresivas, el impulso sexual y el apetito. También se ocupa de consolidar nuestros recuerdos. Una de las primeras regiones que se alteran como consecuencia de la enfermedad de Alzheimeres el hipocampo, lo cual se traduce en problemas de memoria y orientación. Se constituye como el centro de plasticidad cerebral por excelencia: confiere al cerebro la capacidad de adaptarse y reorganizarse mediante la formación de nuevas conexiones neurológicas.
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