Calma el enojo
La ira, como el estrés, no es mala en sí, pero en exceso puede afectar tu salud y tu vida cotidiana.
Perder los estribos te hace ver como el malo de la película, sin importar quién sea realmente “el culpable”. Esto no significa que debes reprimir tu enojo.
Guardarte los sentimientos de ira puede elevar los niveles de homocisteína, una sustancia química relacionada con enfermedades del corazón. También puede aumentar tus niveles de colesterol y la frecuencia cardíaca, debilitar tu sistema inmunitario, llevarte a la depresión e, incluso, provocarte un infarto. El objetivo es limitar tus sentimientos de ira mediante el control de sus causas, así como tu respuesta a ellas.
El primer paso para controlar la ira es identificar tus detonantes, es decir, aquello que la provoca; puede tratarse de personas, situaciones o eventos. Una vez que seas consciente de las cosas que te lanzan por la borda, dales la vuelta. Si no alcanzas a evitar del todo los detonantes, por lo menos aprende lo que te pone en marcha, y piensa detenidamente acerca de cómo vas a hacerles frente cuando se lleguen a presentar.
Para obtener un mejor control de tu furia, visualiza una escena en la que te enojaste y reproduce la experiencia en tu mente varias veces. Cada vez, imagínate respondiendo de una manera diferente. Al hacer esto, estarás ensayando diferentes reacciones y probando nuevas maneras de comportarte. La próxima vez que estés a punto de perder los estribos, una de esas nuevas maneras puede aparecer en tu mente y facilitar una respuesta más positiva para todos.
Haz una pausa
Según aconsejan especialistas de la Clínica Mayo, darse un tiempo fuera no es solo para los niños. Antes de reaccionar a una situación tensa, tómate un momento para respirar profundamente y contar hasta 10. Bajar el ritmo puede ayudarte a controlar tu mal genio. Si es necesario, aléjate un momento de la persona o de la situación hasta que tu enojo se calme un poco. Tan pronto como hayas retomado la claridad, expresa tu frustración de una manera firme, pero no de confrontación. Manifiesta tus preocupaciones y necesidades de forma explícita y directa, pero sin lastimar a otras personas o tratar de controlarlas.
Pon las cosas en perspectiva
Pregúntate si realmente vale la pena gastar tu energía emocional en esa persona o situación, al arriesgar tu salud y poner en peligro tu dignidad y calma. Tampoco golpees una almohada o una pared, pues eso no disminuye tu ira, sino que aumenta tu hostilidad.
Aprende a perdonar
Recuerda que casi todo el mundo actuamos de la manera en que lo hacemos porque creemos estar haciendo lo correcto. Piensa que la mayoría de la gente no es odiosa o mezquina o da puñaladas por la espalda, y que la mayor parte de las personas no están juzgando tu con- ducta ni la de los demás.
Coloca una banda elástica en tu muñeca
Estírala siempre que sientas que tu cólera se va al alza. Esto te ayudará a tomar concien- cia de las situaciones que desencadenan tu enojo, así como de tus propios signos de que estás a punto de estallar: puños apretados, tal vez, o temblores, sudoración y sensación de calor. Una vez que hayas toma- do conciencia de tus señales de ira y aprendido a controlarte, podrás dejar de utilizar la banda alrededor de tu muñeca.
Haz como los mediadores profesionales
La comunicación compasiva, o comunicación no violenta (CNV), nos enseña que toda acción humana obedece al impulso de satisfacer una necesidad. Una vez que comprendes esto, se modifica tu perspectiva, y las personas dejan de parecer “malas”. El proceso implica un profundo cambio de visión, por lo que lo más recomendable es tomar cursos con profesiona- les en la materia. Acércate al Center for Non- violent Communication (con sedes en América Latina), a Resuena Colombia y al New York Center for Nonviolent Communication (que ofrece un curso en línea en español).