La mayoría de las personas que realizan ejercicio habitualmente notan una sensación de bienestar. Esto se debe sobre todo a la disminución del estrés y a un estado de ánimo más positivo.
De acuerdo a la OMS el ejercicio o actividad física es cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos, con el consiguiente consumo de energía. Hace referencia a todo movimiento, incluso durante el tiempo de ocio, para desplazarse a determinados lugares y desde ellos, o como parte del trabajo de una persona. La actividad física, tanto moderada como intensa, mejora la salud.
Entre las actividades físicas más comunes cabe mencionar caminar, montar en bicicleta, pedalear, practicar deportes, participar en actividades recreativas y juegos; todas ellas se pueden realizar con cualquier nivel de capacidad y para disfrute de todos.
Se ha demostrado que la actividad física regular ayuda a prevenir y controlar las enfermedades no transmisibles, como las enfermedades cardíacas, los accidentes cerebrovasculares, la diabetes y varios tipos de cáncer. También ayuda a prevenir la hipertensión, a mantener un peso corporal saludable y puede mejorar la salud mental, la calidad de vida y el bienestar.
La reacción de estrés en el cuerpo ayuda a afrontar peligros físicos. En una situación estresante, el cuerpo libera adrenalina y noradrenalina, las cuales le dan más energía. El ritmo cardiaco se acelera, la presión sanguínea sube, el hígado libera glucosa (azúcar) y
los sentidos se agudizan. Estos cambios fisiológicos exigen una reacción: cuando no se libera el estrés, ocurren daños físicos y tensión mental.
Los niveles altos de hormonas del estrés elevan el ritmo cardiaco y la presión sanguínea. A largo plazo, aumentan los niveles de grasa y de colesterol, por lo que las arterias se taponan y se incrementan las posibilidades de sufrir un ataque al corazón o cualquier otro tipo de cardiopatía.
El estrés crónico puede debilitar el sistema inmunitario, lo que te hace más propenso a las infecciones. También podría desembocar en una depresión, pues la tensión y la ansiedad junto con la fatiga afectan el equilibrio químico cerebral.
Después de la actividad física, el cuerpo experimenta un estado de bienestar.
Hay tres teorías principales sobre esta mejoría:
El ejercicio habitual fomenta la autoestima, pues se mejora la imagen corporal y la confianza en uno mismo. Al desarrollar tus aptitudes y superar tus propias marcas, adquieres estabilidad emocional (y de paso, te das un respiro de tus preocupaciones diarias).
Los deportes en equipo son una estupenda manera de conocer gente. La sensación de logro que compartes con tus compañeros de ejercicio crea vínculos muy fuertes. En las primeras etapas de un programa de ejercicio, el ánimo que te infunden otras personas te ayuda a fortalecer tu motivación para que no sientas que la actividad física es una carga.
Gánale a la tristeza
El ejercicio y la interacción social pueden aliviar el estrés y ciertos tipos de depresión. Si los combinas, tienes un estupendo tónico contra la tristeza.
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