Con el dolor crónico no hay tregua: está ahí todo el tiempo, y eso puede tener un gran impacto en la vida diaria. A diferencia del dolor agudo, que nos alerta sobre la presencia de lesiones o enfermedades, el crónico, por lo general, no cumple ninguna función.
A menudo se le considera “inútil”, y si bien al principio aparece como consecuencia de algún golpe o para alertarnos sobre la presencia de cierto trastorno crónico (cáncer, artritis, etc.), se prolonga mucho más allá del tiempo aceptable para desempeñar su papel. Muchas veces ni el paciente ni los médicos son capaces de identificar las causas precisas del malestar.
Normalmente, quienes padecen este tipo de dolor reducen su nivel de actividad, tanto en el ámbito laboral como en el deportivo y el recreativo. También dejan de pasar tiempo con sus familiares y amigos. Es muy frustrante no poder hacer las cosas que nos gustan; hay quienes incluso llegan a perder su trabajo o alguna relación. También son comunes los casos de depresión moderada a grave. El mundo de la persona puede tornarse incómodo y oscuro. Como si esto fuera poco, ciertos estados mentales, como la depresión, la ansiedad y el estrés, pueden empeorar el problema. Por otro lado, cuando uno hace las cosas que le gustan y vive con la certeza de que ni el peor episodio de dolor es para siempre, la mente experimenta una sensación de control.
Aunque es normal sentirse rebasado en estas situaciones, lo mejor que puedes hacer es tratar de entender el dolor y la manera en que este repercute en tus emociones y estilo de vida. Así podrás superarlo, y también los problemas que causa.
La intensidad de un dolor que no para, varía. Hay días en los que parece tolerable. Otras veces, sin razón aparente, el malestar se exacerba tanto que nos obliga a faltar al trabajo, perder algún compromiso familiar o cancelar unas anheladas vacaciones. Son muchos los pacientes que temen pasar por mentirosos. Para hacer frente a esta situación, investiga lo más que puedas sobre tu enfermedad y sobre los factores que detonan el dolor. Reserva unos minutos para hacer ejercicios de respiración y visualización positiva. Esto te ayudará a sobrellevar el dolor físico y la ansiedad relacionada con su carácter impredecible.
Cuando el dolor está presente en todos los ámbitos de la vida, se vuelve muy desgastante tanto para el paciente como para la familia. El dolor constante puede dejarte sin energía y alterar tus patrones normales de sueño. A muchas personas les resulta humillante recibir ayuda para realizar tareas que antes podían hacer solas. Son frecuentes los sentimientos de frustración e impotencia, así como los cambios de humor y la irritabilidad. No dejes que el dolor domine tu vida: ¡distrae tu mente! Las terapias de relajación y los ejercicios de visualización tienen efectos calmantes. Los pensamientos positivos pueden estimular la liberación de endorfinas y permitir a tu organismo funcionar mejor.
El sufrimiento físico suele poner a prueba las relaciones familiares. La intensidad del dolor puede variar a lo largo del día, lo cual repercute en tu estado de ánimo y te vuelve impredecible e irritable. Puede haber episodios de hostilidad y resentimiento, en especial si la familia no comprende la situación. Tener una buena comunicación es la clave para enfrentar momentos de tensión entre tus familiares o amigos y tú. Trata de explicarles lo que sientes; describe los patrones con los que se presenta el dolor y su intensidad. Durante esta etapa, quizá te ayude consultar a un terapeuta.
Los síntomas físicos del dolor podrían causarte problemas en el trabajo. Por ejemplo, los dolores en cuello y espalda suelen agudizarse cuando permaneces sentado mucho tiempo. El dolor crónico también puede mermar tu sentido de autonomía, lo cual suele tener un impacto negativo en la autoestima y la autoconfianza. Pero es importante para tu salud mental que trates de seguir trabajando, ya que esto te permitirá mantener un sentido de independencia. Habla con tu jefe sobre la enfermedad que padeces y sobre sus consecuencias. Busquen alternativas para hacerle frente; quizá puedas trabajar medio tiempo o hacerte cargo de tareas menos extenuantes.
Con dolor o sin él, todos tenemos días difíciles. Es necesario prever esos episodios de malestar intenso e idear algunas estrategias para reincorporarnos al buen camino. He aquí algunos consejos:
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