Manejar el dolor emocional

Aunque este tipo de malestar surge en el cerebro, suelen presentarse síntomas dolorosos en el cuerpo. Esto se debe a la estrecha relación que hay entre la mente y el aspecto físico de nuestro organismo.

 ·  04/05/2023
Manejar el dolor emocional

El dolor emocional puede tener muchas causas, como la pena por la pérdida de un ser querido o el impacto de sentirnos “indeseados” tras un despido laboral. Este tipo de traumas a veces conducen a la ansiedad y la depresión.

En casos extremos, generan malestar físico, pues las zonas del cerebro que procesan el dolor emocional y el sufrimiento son las mismas que se encargan del primer tipo de malestar. Por ejemplo, al sufrir el rechazo de una pareja, los músculos se tensan, aumenta el ritmo cardiaco y nos sentimos estresados y tristes.

Pero cuando lidiamos exitosamente con los problemas emocionales, suelen disminuir las molestias físicas asociadas a ellos.

El lenguaje del dolor emocional

La intensidad con la que nos afecta el dolor emocional se refleja en las palabras que usamos para describir los síntomas físicos. Afirmaciones como “Sentí que se me rompía el corazón” o “Fue como recibir una patada en el estómago”, indican la forma en la que un dolor emocional puede sentirse como un malestar físico.

Ansiedad y dolor

La ansiedad nos vuelve mucho más sensibles a los estímulos internos y externos, y esto puede aumentar la percepción del dolor. Relajarnos y estar bien informados respecto a cualquier molestia que podamos sentir ayuda a disipar los sentimientos de ansiedad.

Depresión y dolor

La depresión puede hacer que sintamos las molestias con mayor intensidad. Esto se debe, en parte, a que disminuye la capacidad del organismo de producir endorfinas, neurotransmisores encargados de atacar el dolor. Hay personas con depresión que creen que parte de su cuerpo está dañado o afectado y esto les provoca malestar físico. No obstante, en estos casos, el dolor lo causa la depresión subyacente.

Miedo y dolor

Si desconoces la causa de un malestar, el miedo y la incertidumbre pueden incrementarlo. Tal como sucede con la ansiedad, el miedo aumenta la receptividad del organismo a los estímulos, y esto hace que los sistemas del dolor sean más sensibles. Hay quienes evitan hacer ejercicio por temor a lesionarse, y muchas personas que sufrieron un infarto y se les recomienda realizar actividad física la suspenden al darse cuenta de que aumenta su ritmo cardiaco (una consecuencia normal) y creen que podría tratarse de otro infarto. ¿El resultado? El pánico que sienten provoca un incremento aún mayor en la frecuencia cardiaca y, como consecuencia, es posible que desarrollen síntomas dolorosos.

Enojo y dolor

Imagina que estás en medio del tráfico y te enfureces por el tiempo perdido; a los pocos minutos empiezas a sentir espasmos en los músculos de la espalda y del cuello. ¿Crees que tu respuesta de dolor es una coincidencia? No es así. Durante años, las investigaciones han relacionado el enojo —tanto el reprimido como el manifiesto— con dolores crónicos como los de cabeza y espalda.


Un estudio reciente que se llevó a cabo en la Universidad Vanderbilt de Nashville, Estados Unidos, descubrió que las personas que demostraban su enojo de forma explosiva o que se enfadaban con facilidad sentían dolores más intensos y producían menos sustancias opioides naturales que aquellas que tenían maneras más saludables de controlar el enojo. Si eres alguien que se molesta con frecuencia —sobre todo si reprimes el sentimiento—, podrías beneficiarte de la terapia cognitivo-conductual. Los terapeutas dedicados a ella se enfocan en enseñar formas de expresar el enojo de manera constructiva, así como de cambiar las actitudes y pensamientos que nos hacen enfadar. Prueba lo siguiente: cuando sientas que estás empezando a enojarte, respira varias veces de manera lenta y profunda hasta que desaparezca la sensación.

Solo para hombres

En muchas culturas se alienta a los hombres a reprimir el dolor emocional en vez de enfrentarlo, pero esto no es bueno para su salud física ni mental.

◗ No ocultes tus sentimientos, o podrían reaparecer en forma de eccema y cefalea por estrés.

Comenta tus emociones abiertamente con un amigo, un miembro de tu familia o un terapeuta.

◗ Detén los sentimientos negativos de forma consciente, ya que pueden derivar en depresión.

◗ Pellízcate para alejar los pensamientos negativos.

◗ Enfócate en los aspectos positivos de tu vida.


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