Así como no hay dos personas con las mismas huellas dactilares, tampoco existen sistemas de defensa y de regeneración igualmente eficaces. Cada persona nació con una serie de características biológicas particulares que incluyen la resistencia a las infecciones, la velocidad de coagulación de la sangre y la capacidad para formar nuevos tejidos, condiciones que influyen en la cicatrización.
Este proceso evoluciona de distinta manera para cada persona debido a factores genéticos, la localización de la herida, la profundidad o su extensión.
Cuanta más edad tiene una persona, más tarda en cicatrizar, pero la edad no es el único factor que influye en este proceso. De una forma que los investigadores apenas comienzan a comprender, el estado general de salud, la nutrición e incluso la tensión emocional y la que produce el medio ambiente pueden acelerar o retrasar el periodo de cicatrización.
Por último, hay que tomar en cuenta que algunas personas son más prudentes que otras para tratar sus heridas: las mantienen limpias y bien aireadas y usan los medicamentos indicados.
La cicatrización requiere cierto grado de cooperación por parte del paciente para que se efectúe rápidamente y bien. Pero la cooperación no explica plenamente el proceso, que será siempre un pequeño milagro de la naturaleza.
Si no fuera por las plaquetas, cada vez que nos hiciéramos una herida correríamos el riesgo de morir debido a la pérdida de sangre.
En cuanto se produce una herida en la piel, las plaquetas se aglomeran para taponarla y liberan una sustancia que retarda el flujo de sangre.
El fibrinógeno de la sangre forma filamentos de fibrina que se entrelazan reteniendo en su trama las células sanguíneas, lo que forma un coágulo en el lugar de la lesión. Poco después, el coágulo se contrae soltando plasma y aproximando los bordes de la herida.
Además de detener la hemorragia y cubrir la abertura, el coágulo proporciona el sustrato donde se formará el nuevo tejido. A medida que la herida cicatriza, el coágulo se seca, dando lugar a una costra dura que reviste la superficie protegiendo a las nuevas células epiteliales, que se van multiplicando por debajo hasta llenar la abertura.
Los glóbulos blancos acuden a defender la zona contra las infecciones y a limpiarla de células muertas. La sangre vuelve a fluir a través de los nuevos capilares que se forman en esa zona para nutrir el tejido cicatricial.
Un dato curioso es que las heridas se curan mejor de día. Esto se debe al modo en que funcionan los fibroblastos, que son las células de la piel que se encargan de desplazarse a la zona afectada y producir colágeno (una proteína con efecto restaurador) cuando se produce una herida.
La capacidad para moverse de estos fibroblastos depende de otra proteína, la actina, cuyos niveles en el organismo dependen de los ritmos circadianos.
Así, cuando es de día los niveles de actina parecen ser mayores y favorecer una respuesta más rápida por parte de los fibroblastos, que se trasladan a la herida con mayor celeridad para regenerar el tejido.
De noche, la velocidad a la que todo esto sucede disminuye, de modo que nuestras lesiones se curan más despacio. Ahora conoce 6 reglas de primeros auxilios que puedes enseñar a tus hijos para saber qué hacer con una herida.
El tiempo de curación de una cicatriz suele ser de un año. Al principio, las cicatrices están más abultadas, endurecidas y coloradas, pero poco a poco su grosor va disminuyendo y el color se va aclarando.
Para obtener una cicatrización óptima:
Las bebidas energéticas prometen energía, pero ¿a qué precio? Te contamos todo lo que debes…
Sus semillas, de color amarillo y con un sabor ligeramente amargo, han sido utilizadas durante…
Al aprender a reconocer los signos del perfeccionismo y a desarrollar estrategias para superarlo, puedes…
Elegir la soltería no significa renunciar a la felicidad, sino explorarse y disfrutar de una…
El masaje linfático es ideal para eliminar toxinas, mejorar la circulación y apoyar la recuperación…
Incluir alimentos como frutos del bosque, huevo y pescado azul en tu dieta puede mejorar…