Durante mucho tiempo, el cáncer se consideró una enfermedad incurable. Hoy día, muchos tipos de cáncer pueden curarse, y el riesgo de desarrollarlos se reduce de forma sostenible con medidas preventivas.
Esta enfermedad fue bautizada por el famoso médico y erudito griego Hipócrates. Sin embargo, el cáncer era conocido por la gente desde mucho antes. En la actualidad, los historiadores de la medicina asumen que la enfermedad ha acompañado a la humanidad desde sus primeros días.
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Los primeros indicios concretos de las enfermedades cancerígenas nos los proporcionan los registros del antiguo Egipto, así como las momias bien conservadas de la época en torno al año 1600 a. e. c. La fuente escrita más informativa es el llamado Papiro Edwin Smith (nombrado así por el anticuario, prestamista y aventurero estadounidense que compró la pieza en Luxor en 1862), en el que se describen con detalle ocho tipos diferentes de tumores, incluidos los de mama.
En su tratamiento, los médicos egipcios recurrían a la extirpación quirúrgica del tejido afectado y a la desinfección de las heridas quirúrgicas, cauterizándolas con todo tipo de tinturas misteriosas y quemando el tejido afectado. Los médicos egipcios, como también demuestra el papiro, se enfrentaban a un oponente aparentemente abrumador. Afirmaron con resignación: “No hay ningún tratamiento eficaz”.
Otro de los testimonios prehistóricos más antiguos del mundo es un hallazgo óseo de la Edad de Hierro realizado en Münsingen, Suiza: ahí se encontró, entre otras cosas, el hueso de la parte superior del brazo de un guerrero que estaba afectado por un enorme tumor metastásico, causado por lo que hoy se conoce como osteosarcoma.
Durante siglos, la imposibilidad de tratar el cáncer se consideró la norma. Las medidas terapéuticas se desarrollaron muy lentamente, los métodos de tratamiento seguían siendo comparativamente arcaicos y poco avanzados: a menudo se trataba de intervenciones quirúrgicas que ponían en peligro la vida, junto con la posterior cauterización del tejido sospechoso. Henri de Mondeville, médico personal de Felipe IV de Francia, escribió en sus apuntes en 1320: “Ningún cáncer se cura si no se extirpa completa y radicalmente; porque si se deja algo, la malignidad aumenta desde la raíz”.
Por más de cuatro siglos, la medicina oncológica estuvo en un callejón sin salida. No fue hasta la Ilustración (1720-1785) cuando la investigación sobre el cáncer comenzó a moverse de nuevo. Los médicos franceses, en particular, impulsaron las pesquisas hasta mediados del siglo XIX.
Finalmente, en 1853, el médico y doctor alemán Rudolf Virchow (1821-1902) estableció la ley que lleva su nombre, según la cual a partir de entonces se consideró probado que “toda célula desciende de otra célula” (“omnis cellula e cellula”).
Este principio resultó ser innovador para el tratamiento del cáncer: los tumores cancerígenos se entendían ahora como entidades celulares que crecían a partir de células degeneradas y se originaban en el tejido del organismo vivo. Los métodos de tratamiento estaban por cambiar.
A principios del siglo XX, el descubrimiento de las radiaciones ionizantes y sus efectos positivos en el tratamiento de los tumores cancerígenos desencadenó una auténtica competencia entre cirujanos y médicos radiólogos. A partir de 1934, el uso de la radioactividad artificial volvió a ampliar el espectro de las terapias contra el cáncer. Los tratamientos combinados —cirugía, radioterapia y uso de fármacos— se consideraron terapias estándar en los años siguientes.
Desde entonces, a pesar de los contratiempos, se han producido nuevos e importantes avances en los métodos de tratamiento y terapia del cáncer. Desde mediados del siglo XX, los conocimientos recientes sobre el desarrollo del cáncer, los factores que influyen en él y los desencadenantes han permitido promover y ampliar las medidas preventivas y los programas de detección precoz.
De este modo, en combinación con métodos de tratamiento modernos e innovadores, se ha podido eliminar gran parte de la carga de miedo que nos genera este mal. En la actualidad, bajo ciertas condiciones, los médicos y terapeutas son capaces de combatir —y curar— la enfermedad con éxito.
Las investigaciones sobre las causas y el desarrollo del cáncer han avanzado enormemente, sobre todo en los últimos años. Hoy sabemos que el desarrollo del cáncer es un proceso gra- dual. Este conocimiento abre nuevas oportu- nidades. Si se detecta a tiempo, hay un 100 % de posibilidades de cura en muchos casos.
Según la OMS, el cáncer es la principal cau- sa de muerte en el mundo: en 2020, casi 10 millones de defunciones se atribuyeron a esta enfermedad, es decir, casi una de cada seis de las que se registran. El número de nuevos casos no ha dejado de aumentar en años recientes. Hay dos razones para ello: en primer lugar, la esperanza de vida media aumenta constantemente.
La gente envejece mucho más hoy que hace 50 o 100 años. Sin embargo, los mecanismos de reparación de las células no funcionan tan bien a una edad avanzada, y es cuando esta enfermedad tiende a aparecer. Y, en segundo lugar, el estilo de vida individual contribuye en parte al desarrollo de la enfermedad: fumar, beber alcohol, hacer poca actividad física, tener sobrepeso y consumir un exceso de alimentos procesados.
Sin embargo, al mismo tiempo que aumenta el número de nuevos casos, disminuye el número de muertes por cáncer. Las posibilidades de curarse aumentan. Esto se debe a las amplias medidas preventivas y a los exámenes de detección precoz, así como a los avances médicos. En resumen: el cáncer es curable.
El desarrollo de nuevas terapias contra el cáncer cada vez más eficaces y con menos efectos secundarios es una de las tareas centrales de la investigación médica. En la mayoría de los casos, el tratamiento “clásico” sigue consistiendo en cirugía, quimioterapia y radioterapia.
Sin embargo, en los últimos años se han hecho grandes progresos en estos métodos de tratamiento. Aunque la cirugía sigue signi- ficando una intervención física, los métodos quirúrgicos mínimamente invasivos, en los que se lesionan muy poco la piel y los tejidos blandos, pueden reducir en gran medida el es- trés para el paciente.
Y los efectos secundarios derivados de la quimioterapia o la radioterapia también pueden reducirse significativamente hoy en día mediante la administración de medicamentos calmantes. Los esfuerzos en el campo de la biología molecular, en particular, han llevado al desarrollo de algunos fármacos prometedores. Además, el equipo y los procedimientos de diagnóstico y terapia siguen mejorando de forma continua.
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En los últimos 20 años, en particular, se han realizado numerosos descubrimientos en la medicina oncológica. Las innovaciones en la investigación y el tratamiento del cáncer y la tecnología médica, los programas de detección precoz, los procedimientos de diagnóstico cada vez mejores y los nuevos métodos terapéuticos son la base del éxito del tratamiento de una amplia gama de cánceres.
A ello se suma la atención de todos los afectados: por un lado, el cuidado de los pacientes y sus familiares desde el diagnóstico, pasando por todo el ciclo de tratamiento y terapia, hasta los cuidados posteriores, y, por otro lado, el apoyo del personal médico y sanitario de los hospitales en los que se trata y atiende a los enfermos de cáncer. La psicooncología (también conocida como oncología psicosocial) es cada vez más importante en la medicina oncológica moderna.
Esta enfermedad es un tema que conmueve a nuestra sociedad. Casi todo el mundo se en- frenta al cáncer a lo largo de su vida, ya sea como paciente directo o como resultado del cáncer en su familia, grupo de amistades o conocidos. Aunque la enfermedad ocupa un lugar destacado entre las causas de muerte más frecuentes, hay motivos para la esperanza y el optimismo: alrededor del 40 % de todos los pacientes de cáncer sobrevi- ven hoy en día a la enfermedad durante 10 años o más, y la tendencia va en aumento.
Los nuevos procedimientos de diagnóstico y los métodos de terapia y tratamiento eficaces aumentan las posibilidades de curar el cáncer. Cuanto antes se detecte un tumor, mayores serán las posibilidades de curación. Por ello, es importante prevenir el cáncer y aprovechar los exámenes de detección precoz.
Hasta ahora, las causas de esta enfermedad solo se conocen parcialmente. Una cosa es cierta: el riesgo de desarrollar cáncer también depende de cada persona. Alrededor de dos tercios de todos los cánceres son el resultado de nuestras elecciones cotidianas, desde la alimentación hasta el ejercicio. La conclusión es clara: debemos cambiar nuestro estilo de vida. Esto puede ayudar a reducir el riesgo individual de cáncer. Llevar a cabo medidas preventivas y evitar los factores de riesgo puede prevenirlo. Los expertos coinciden: ¡la prevención sí es posible!
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