La buena comunicación es vital para las buenas relaciones, pero a menudo es la primera que se ve deteriorada cuando surgen problemas. Mantener abiertos y libres los canales de intercambio verbal y no verbal, es difícil si te sientes molesto por la conducta o las palabras de un miembro de la familia, de tu pareja o de un amigo. La comunicación sincera con mucha frecuencia puede resolver diferencias o sentimientos heridos.
Pero es durante tiempos de conflicto que la comunicación suele romperse; las emociones intensas afectan nuestros procesos de pensamiento, así que cuando estamos molestos es muy difícil relacionarnos con otras personas de manera calmada o racional.
Si constantemente tienes las mismas discusiones con tu pareja, tus padres o tus hijos, dando vueltas sin llegar a nada, quizás debas reflexionar y poner en práctica algunas de las ideas que a continuación se describen.
La comunicación no sólo tiene que ver con las palabras para lograr buenas relaciones. El tacto es un poderoso medio de interacción: puede elevar el ánimo, tranquilizar o reconfortar. Una ligera palmada en la espalda de una persona puede dar una sensación de apoyo. He aquí algunas maneras sencillas de usar el tacto como un alivio para el estrés:
Varios estudios sociológicos han encontrado que las palabras que usamos al hablar con otras personas son la parte menos importante de cualquier mensaje. Estos estudios han llegado al consenso de que las palabras contienen sólo el 7 por ciento de un mensaje, el tono de la voz el 38 por ciento de lo que se quiere decir y el lenguaje corporal, el 55 por ciento del sentido.
Lo que importa, ya sea en una discusión o en un intercambio amoroso, no es tanto lo que dices sino cómo lo dices. Considera cómo tu tono de voz puede cambiar el significado de las palabras: prueba a decir la misma cosa amablemente, agresivamente, en voz alta, con enojo, con suavidad y con humor.
Si tienes algo de importancia que decirle a alguien, practica decirlo de varias formas con antelación, de modo que tu tono de voz añada significado a tus palabras, en vez de confundir el mensaje. También sé consciente de lo que pueda expresar tu lenguaje corporal.
Podrías verte amenazante sin darte cuenta, en caso de que estuvieras apretando los puños, encorvando los hombros, frunciendo o apretando los músculos faciales, o bien inclinándote hacia delante de una forma autoritaria.
Revisa si tu lenguaje corporal es abierto y relajado, y trata de no parecer estar a la defensiva o mostrarte inaccesible al cruzar los brazos sobre el pecho, o apartar la vista de tu interlocutor mientras te diriges a él.
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