Seguramente todos hemos oído alguna historia relacionada con enfermedades o muertes de mascotas en momentos previos a enfermedades o problemas graves en la familia. La sabiduría popular asegura que las mascotas “absorben” los padecimientos de sus amos o de la familia a la que pertenecen, al grado que pueden enfermar y morir en el proceso. Obviamente, no hay evidencias científicas al respecto, pero existen muchos casos que avalan esta creencia popular.
En casa de mis abuelos hubo un hermoso labrador dorado llamado Nerón. Tenía un carácter tranquilo y paciente, permitía que los niños lo usaran como caballo o juguete, se acostaran en él y lo persiguieran. El perro nunca mostró la mínima queja o agresión. Se volvió algo normal ver a Nerón a los pies de cualquier miembro de la familia que estuviera enfermo o triste; él no se iba hasta que la situación mejoraba.
Cuando mi tía Rosa enfermó de la columna vertebral, Nerón se volvió su guardián permanente. Cierta vez lo encontramos en el piso, con la tía Rosa encima de él; aparentemente, el perro amortiguó su caída, pues ella empezaba a perder la capacidad de caminar. Conforme avanzó la condición de mi tía, Nerón también enfermó y empezó a desarrollar problemas crónicos en la piel y un tumor en la nariz y el hocico que creció cerca de 10 centímetros. Con el tiempo, esto le costó la vida.
Poco tiempo después, la tía Rosa falleció. Fue evidente el cambio de ritmo de su enfermedad tras la muerte de Nerón; era como si, al morir el perro, se hubiera acelerado el proceso. No tenemos manera de probarlo, pero todos en la familia creemos que Nerón “absorbió” parte de la enfermedad de la tía mientras le fue posible, frenando un poco la evolución de la misma. Esta idea nos dio consuelo al perder a Nerón, y sentimos un profundo agradecimiento hacia él.
Las tradiciones antiguas que honran a la naturaleza como fuente de vida y cultivan el vínculo entre los elementos, las plantas y los animales han sostenido este tipo de creencias durante siglos. Estas llaman “familiares” a los animales que nos acompañan y generan fuertes vínculos con nosotros.
Desde siempre, los animales han sido excelentes compañeros. Se cree que pueden advertirnos de peligros y generar energía curativa. Muchas personas llegan a desarrollar un vínculo afectivo tan fuerte
con sus mascota, que hasta parece que se comunican y anticipan las necesidades o deseos uno del otro.
Por ejemplo, hay infinidad de historias de animales de compañía que despertaron a sus dueños para alertarlos sobre incendios, intrusos, temblores u otros desastres potenciales.
Hay mascotas que parecen saber cuando sus dueños no se sienten bien. No importa si la enfermedad es física o emocional, ellas se acercan y transmiten una sensación de bienestar a la persona que lo necesita. Al respecto, tuve la oportunidad de vivir otra situación que parece una “coincidencia” muy específica.
Hace tiempo le diagnosticaron cáncer a mi mamá, y se fue a vivir conmigo durante su tratamiento, que duró cerca de un año. Tengo un gato llamado Cascabel, que no se caracteriza precisamente por ser sociable, y mi mamá no es amante de los animales. Aunque ella nunca buscó un “acercamiento” con el gato, desde las primeras sesiones de quimioterapia Cascabel empezó a acercarse a ella. Primero se acostaba a su lado, o cerca de su cabeza. Tiempo después, cuando el gato adquirió confianza, cada vez que estaba cerca de mi mamá, le lamía el cabello por un buen rato.
Cascabel nunca había hecho eso con nadie, ni lo ha vuelto a hacer. Coincidencia o no, mi mamá superó su tratamiento. Los efectos secundarios de la quimioterapia y la radioterapia fueron mínimos; salvo un ligero cansancio, ella nunca tuvo náuseas ni dolores fuertes, y al cabo de un año fue dada de alta.
Por supuesto, hubo muchos factores que la ayudaron, como su actitud positiva, pero es un hecho que su experiencia no es común. Es algo que no se puede comprobar científicamente, pero no cabe duda de que el comportamiento de Cascabel cambió durante y después de la enfermedad de mi mamá. Hoy día, cada vez que ella va de visita a mi casa, el gato la trata sin privilegios, igual que a todos los demás.
Hay diversas corrientes de sanación energética, como el reiki, que operan bajo la premisa de que las enfermedades tienen un origen energético y emocional, de modo que a través de la meditación y la visualización es posible generar bienestar en las personas. Cada vez es más común extender estas técnicas a los animales de compañía. Cuando uno de ellos enferma, es posible recurrir a terapias de visualización y armonización energética que ayudan a “limpiar” la energía negativa que puede estar dañando al animal y restaurar su salud sin necesidad de tomar medicamentos.
Si compartes estas creencias, es recomendable que estés al tanto de la salud de tu mascota, sobre todo en momentos difíciles para ti o tu familia, pues es en estas ocasiones cuando los animales de compañía suelen enfermar.
En el antiguo Egipto estos animales eran sagrados, y solían consagrarse a las deidades Bast y Pasht. La primera representaba los aspectos gentiles del gato, y la segunda los aspectos agresivos; la idea de las nueve vidas de los gatos proviene del mito egipcio de que esta diosa tenía nueve vidas.
Entre los egipcios, un gato negro era de buena suerte, y los médicos usaban la figura de este animal para promover sus servicios. Al morir, los gatos del templo de Bast eran momificados y enterrados mediante una gran ceremonia. Privar de la vida a un felino se castigaba con la pena de muerte. Los gatos también han estado presentes en las mitologías celta, china y nórdica, relacionados con poderes ocultos o como figuras de guardianes.
Estos animales domésticos han estado al lado de los humanos por un largo tiempo. Uno de los registros más antiguos de la devoción de un perro hacia su dueño es la historia de Argos, que esperó durante años el regreso de Ulises en la Odisea.
En la mitología griega, los perros eran compañeros de las diosas Artemisa y Diana, guardaban las puertas del inframundo y ayudaban a recibir las almas de los muertos. Entre los celtas, la diosa Epona era representada con un perro en su regazo. Y se dice que Quetzalcóatl, el dios azteca, tomó la forma de un perro para entrar en la tierra de los muertos; hay versiones que afirman que el dios perro Xólotl era su hermano gemelo.
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