El estómago y los intestinos

El tracto gastrointestinal juega un papel importante en el sistema digestivo, pero a menudo no recibe la atención que merece.

 ·  15/06/2023
El estómago y los intestinos

El llamada estilo de vida “civilizado” de los países occidentales dificulta que los órganos digestivos lleven a cabo sus respectivas tareas sin interrupción. A menudo consumimos exceso de grasa y azúcares, así como poca fibra, y nuestros máximos placeres culinarios son calorías vacías. Además, pasamos demasiado tiempo sentados sobre todo tipo de asientos: en el auto o el transporte público, en la oficina, en el cine… Todo esto puede conducir al estreñimiento.

Por su parte, el estrés puede provocar náuseas y diarrea. La tristeza, el enojo y la preocupación nos afectan directamente en el estómago.

1ª estación: la boca

Por extraño que parezca, así es: el proceso de digestión empieza con la primera mordida que le das a esa manzana o a esa rebanada de pan que tanto te gusta. Ahí, la comida se reduce a bocados pequeños y se mezcla con la saliva para que se pueda deslizar fácilmente a través del esófago. Las glándulas salivales producen hasta 1.5 litros de este importante líquido todos los días. La enzima amilasa, que está contenida en la saliva, divide los carbohidratos complejos de los almidones para obtener azúcares múltiples, que son más fáciles de manejar.

El bolo alimenticio se transporta de la boca a la garganta; de allí pasa al esófago, un tubo de 25 cm de longitud en cuyo extremo inferior tiene una compuerta que, cuando llega el bolo, se abre, dejándolo pasar hacia el estómago y luego volviendo a cerrarse. Si no se cierra herméticamente, el ácido gástrico puede refluirse al esófago, y el resultado es una sensación de ardor incómodo: la acidez estomacal.

2ª estación: el estómago

Una vez en el estómago, la comida se continúa digiriendo. Las glándulas ubicadas en la mucosa producen jugo gástrico, que consta principalmente de ácido clorhídrico y pepsina, la enzima que divide las proteínas. Ambas sustancias tienen la tarea de seguir procesando el bolo alimenticio.

La gastrina —otra enzima— asegura una liberación suficiente de ácido clorhídrico. El proceso se controla por una llamada “bomba de protones”. Esto es interesante porque la acción de un grupo de medicamentos que se usa a menudo en casos de acidez estomacal excesiva se debe al hecho de que inhibe el funcionamiento de esta bomba; por eso se conocen como “inhibidores de la bomba de protones”. Pero también algunas sustancias como la histamina intervienen en la formación de ácido clorhídrico. Finalmente, algunas partes del sistema nervioso involuntario (o autónomo) influyen en la formación de ácido clorhídrico. Todo esto explica por qué el estrés puede provocarnos un aumento de la acidez y las úlceras gástricas y, por ende, nos “pega en el estómago”.

Ahora bien, el ácido clorhídrico debe dividir la comida sin atacar las paredes estomacales, por lo que las recubre una capa de mucosidad, pero si están dañadas —por ejemplo, por el consumo de especias muy picantes, una exceso de alcohol o la presencia de la bacteria estomacal Helicobacter pylori—, o si su formación se ve interrumpida por medicamentos como diclofenaco o ibuprofeno, se puede presentar inflamación de la membrana mucosa o, incluso, una úlcera.

El estómago también actúa como una especie de mezclador, con su fuerte capa muscular. El bolo alimenticio se mezcla y luego se suministra al intestino delgado en porciones de tamaño adecuado. Cuánto tiempo pase la comida en el estómago dependerá de su composición: los alimentos ricos en carbohidratos o proteínas se transportan más rápido que los que son ricos en grasas. La grasa, como bien sabemos, es pesada para el estómago. (Conoce más sobre Los órganos metabólicos).

3ª estación: el intestino delgado

El intestino delgado está formado por el duodeno, el yeyuno y el íleon.


El duodeno, que mide entre 20 y 30 cm, se conecta directamente al estómago. El páncreas y el conducto biliar principal del hígado desembocan en él. El páncreas produce jugo pancreático en grandes cantidades, lo que diluye y neutraliza el ácido estomacal. Además proporciona otras enzimas digestivas:

  • tripsina y quimotripsina, que permiten una digestión adicional de las proteínas
  • lipasa pancreática, que digiere las grasas namilasa pancreática, que lleva a cabo una digestión de los carbohidratos.

Los ácidos biliares también son necesarios para la digestión de las grasas, que se forman en el hígado y se liberan de la vesícula biliar cuando sus mensajeros informan que el bolo alimenticio ingresó al intestino.

Los carbohidratos y las grasas se procesan y se absorben principalmente en el duodeno y el yeyuno, las proteínas solo en el yeyuno. El íleon sirve como reserva: aquí solo se absorben los nutrientes cuando la capacidad de absorción de las dos primeras secciones del intestino delgado se ven abrumadas o alteradas (por ejemplo, debido a una enfermedad o después de una cirugía).

La membrana mucosa del intestino delgado está llena de pliegues. Como resultado, su superficie se agranda enormemente y puede cumplir su tarea —la absorción de alimentos— de manera más eficaz. De lo contrario, el proceso de digestión tomaría demasiado tiempo. Si se desplegara y se extendiera, esta tendría un área de 200 m2, es decir, el tamaño de una cancha de tenis.

4ª estación: el intestino grueso

Una vez que se han ingerido todos los componentes nutricionales aprovechables, la parte muscular de la pared del intestino delgado transporta los contenidos intestinales hacia el intestino grueso. Este consiste del ciego —que se conecta directa- mente con el íleon—, el colon y el recto.

En el colon, el agua es eliminada de los residuos de alimentos no digeribles. Además, se extraerá eventualmente cualquier mineral restante, y las bacterias de la flora intestinal dividen aquí la fibra, que es tan importante para la digestión regular.

Todos los días, alrededor de 10 litros de fluidos ingresan al intestino. El líquido que bebes es mínimo: la saliva, los jugos gástricos, la bilis, las secreciones pancreáticas y las secreciones de las células intestinales representan la mayoría. Casi todo este líquido es devuelto al cuerpo por las células del colon. Lo qué sucede cuando se altera este sistema probablemente todo el mundo alguna vez lo haya experimentado: la incomodísima diarrea, es decir, una pérdida excesiva de líquido con las deposiciones. Consecuentemente, hay que beber abundantes líquidos cuando se tiene diarrea y, con ello, reabastecer al cuerpo.

El último remanente de alimento, en el que ya no hay nada aprovechable, es transportado por movimientos regulares de la musculatura (peristalsis) al final del intestino (recto), donde se almacena temporalmente hasta que vas al baño.

Hechos y cifras

  • Todos los días, el estómago produce alrededor de 2 a 3 litros de jugo gástrico.
  • El intestino delgado y el intestino grueso tienen en conjunto una longitud de entre 7 y 9 metros.
  • En el intestino viven alrededor de 100 billones de bacterias, que pesan de 1.5 a 2 kg; ellas conforman la flora intestinal.
  • El trayecto de los alimentos a través del tracto gastrointestinal toma 19 horas como mínimo: unas 4 horas en el estómago, 6 en el intestino delgado y 9 en el intestino grueso, antes de salir.
  • Más de 100 millones de células nerviosas en el tracto gastrointestinal —el llamado “cerebro estomacal”— verifican la composición de los alimentos, organizan la defensa contra los patógenos y controlan la producción de hormonas y secreciones.
  • El intestino de una persona de 75 años ha transportado alrededor de 30 toneladas de alimentos y 50,000 litros de líquido.


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