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El ruido alimentario

Al igual que nuestra estatura, color de ojos y disposición para asumir riesgos, las investigaciones demuestran que la genética influye mucho en el peso y el tamaño corporal. Más de 400 genes están asociados a la probabilidad de que una persona tenga sobrepeso u obesidad, y este efecto varía mucho. Según la Facultad de Medicina de Harvard, se ha demostrado que la genética afecta el peso entre 25 y 80 %, dependiendo de la persona.

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Este impacto genético puede tener muchas repercusiones, como el apetito, la saciedad e incluso la tendencia a comer como forma de aliviar el estrés, según un estudio publicado en 2021 en Journal of Nutrition. Las diferencias en estas señales a menudo se deben a desequilibrios hormonales y a la falta de comunicación entre el cerebro y los intestinos, y en algunas personas puede dar lugar a un abrumador parloteo mental sobre la comida, una situación que algunos expertos denomi- nan “ruido alimentario”.

Qué es este ruido

El ruido alimentario no es un término o afección médica oficial. Aun así, este tipo de rumiación está ganando cada vez más atención en la comu- nidad médica, sobre todo en lo que se refiere al control del peso, la obesidad y la salud mental.

“Mi forma de pensar sobre el ruido alimentario se basa en lo que me cuentan mis pacientes; es una especie de parloteo que tiene lugar en su mente, que muchas veces es incesante”, explica el Dr. Richard Siegel, endocrinólogo y codirector del Centro de Diabetes y Lípidos del Centro Médico Tufts, ubicado en Boston. “Hay algo que no se satisface totalmente en su cerebro hasta que comen algo”.

Dice que, fisiológicamente, el ruido alimentario probablemente tenga algo que ver con las diversas hormonas del hambre de nuestro cuerpo, sobre todo porque cuando las personas toman determinados medicamentos hormonales informan que este ruido se apaga. A veces, los pacientes ni siquiera se dan cuenta de que el ruido estaba ahí hasta que desaparece, explica el Dr. Siegel.

Pero probablemente también influyan el comportamiento y los antecedentes de cada persona. Por ejemplo, una investigación de 2021 publicada en Heliyon ha demostrado que algunos factores relacionados con el estilo de vida, como el estrés crónico y la falta de sueño, influyen en las hormonas del hambre. O el ruido alimentario podría ser producto de las experiencias pasadas de una persona, por ejemplo, si cuando crecía no tenía fácil acceso a los alimentos, dice el Dr. Siegel.

“Comer en exceso, al igual que cualquier otro trastorno alimentario, a menudo se deriva de acontecimientos de la primera infancia o de no haber aprendido formas adecuadas de afrontar las emociones negativas”, dice la doctora en medicina osteopática Michelle DiBlasi, jefa de psiquiatría de pacientes ingresados en el Centro Médico Tufts.

Cómo acabar con él

El ruido alimentario suele ser en parte conductual y en parte neuroquímico, explica el Dr. Siegel, por lo que el tratamiento más eficaz debe ser multidisciplinario. Si alguien come en exceso y no puede dejar de pensar en la comi- da, un especialista en salud conductual puede ayudarle a comprender las señales del hambre y a crear hábitos saludables. O si comer en exceso es una estrategia de afrontamiento, también es importante trabajar con un profesional de la salud mental para evaluar qué puede estar detrás o qué emociones deben procesarse en terapia, añade la Dra. DiBlasi.

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También es importante reconocer que todos experimentamos cierto grado de ruido alimentario, como antes de una comida o si no estamos comiendo lo suficiente. “A menudo hablamos de hambre mental y hambre estomacal”, dice el Dr. Siegel, y hay una distinción entre experimentar ruido alimentario y sentir hambre física.

Lilo Flores