Cuando estamos estresados, presionados o enojados, o nos sentimos amenazados de alguna manera, automáticamente tensamos los músculos.
Compruébalo. Puedes observarlo en otros: las mandíbulas y puños apretados, la frente fruncida, los hombros encorvados, las piernas cruzadas y los brazos doblados con fuerza frente al cuerpo en una postura defensiva.
Un músculo apretado es un músculo que trabaja mucho y que utiliza oxígeno y energía en vano. Como resultado, las personas que están tensas también suelen estar crónicamente cansadas.
Los hombros suelen ser los primeros en contraerse cuando nos sentimos estresados, enojados o ansiosos. Si te encuentras tenso, probablemente estés retrayendo los músculos de la región, y la tirantez se extenderá al cuello y cabeza, lo que muchas veces derivará en una fuerte cefalea.
Se acelera con el objeto de transportar sangre más rápidamente a los músculos grandes que necesitarías para correr o para pelear contra un agresor, y también para abastecer a los pulmones de oxígeno extra.
Esto es ideal si necesitas entrar en acción, pero no muy útil si te enojas porque tus vecinos te despertaron a la madrugada o discutiste con un compañero de oficina.
Un ritmo cardiaco rápido puede elevar la presión arterial cuando se le combina con hábitos nocivos como fumar, no ejercitarse (cambia tu idea y actitud sobre el ejercicio), llevar una dieta poco sana, tener colesterol alto o un historial familiar de cardiopatías.
La respuesta del estrés interfiere en la producción de hormonas sexuales (la testosterona en los hombres y el estrógeno y la progesterona en las mujeres), alterando su equilibrio; este es a menudo el origen de la incapacidad de concebir, cuando los estudios médicos han revelado que no hay nada anormal físicamente.
El estrés también puede causar impotencia en los hombres.
Los músculos que te ayudarían a pelear para salvar la vida o a correr más rápidamente de lo que jamás creíste posible se tensan automáticamente. La tensión continua es agotadora: te acelera y te deja exhausto.
Esto hace que sea más importante tener el control interno de la tensión, ya que tal vez no puedas controlar los sucesos que te rodean.
Pelear o huir son reacciones automáticas programadas en los sistemas del organismo para ayudarnos a lidiar con un peligro percibido o una amenaza a nuestra supervivencia. Están concebidas para salvarnos, y a veces, en efecto, esto es exactamente lo que se necesita.
Si distraídamente cruzaste la calle enfrente de un coche, por ejemplo, reaccionarías esquivándolo antes de tener siquiera la oportunidad de pensar. Esta respuesta ocurre cuando debes actuar rápidamente para evitar el peligro.
Hoy en día, la mayor parte de los peligros que percibimos tienden más a ser amenazas a nuestras emociones, nuestra autoestima y nuestro bienestar psicológico.
En tales casos, una reacción física no suele ser la solución, pero esta respuesta ocurre de todos modos.
Los cambios químicos internos sirven para ayudarnos a hacer frente a una emergencia, pero sólo deberían utilizarse a corto plazo.
A largo plazo si la respuesta del estrés se desencadena constantemente o continúa durante horas enteras, los cambios pueden ejercer demasiada presión sobre los sistemas corporales y dañar nuestra salud.
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