En el mundo de hoy, comer es un hábito, un ritual, una terapia. A veces nos toca desayunar de pie y a toda prisa en la cocina, y otras, comer fuera para celebrar una ocasión especial. Lo cierto es que, con más frecuencia de la que nos gustaría, no comemos por el gusto de comer o por nutrirnos.
Cada quien tiene actitudes y hábitos arraigados respecto a la comida: mostramos afecto con ella, celebramos con ella, damos a conocer nuestras raíces y tradiciones con ella. A veces, comemos porque sentimos nerviosismo, frustración o aburrimiento, o porque es media tarde y es perfectamente natural tomar un descanso y comernos un chocolate.
En ocasiones, el problema es un ritmo de vida frenético. ¿Comes tan rápidamente que no recuerdas lo que acabas de comer? ¿Consumes golosinas como autómata cuando ves televisión, o tal vez devoras comida rápida en el auto mientras vas conduciendo? Si para ti ya es costumbre comer sin pensar ni disfrutar, te estás perdiendo una de las más profundas alegrías de la vida y el fortalecimiento de la salud que vienen con sentarse a la mesa.
Hoy día salimos a restaurantes y cafés mucho más que antes, mientras que los puestos de comida en la calle y los establecimientos de alimentos para llevar también están repletos. Lo que ofrecen no siempre es lo más saludable, pues está cargado de grasas saturadas, sal, azúcar y calorías. Sin embargo, sí puedes disfrutar de comer fuera y elegir platillos saludables, probando nuevos sabores y sabiendo que son buenos para ti.
De muchas maneras, una opción saludable en un restaurante es muy similar a una alternativa sana en casa: al vapor o asado en vez de frito, especialmente en freidora; papas hervidas en vez de papas fritas o puré; salsas a base de jitomate o verduras en vez de queso crema. La diferencia es que en casa, tú controlas la cantidad de sal, mantequilla y aceite, mientras que los chefs usan estos ingredientes sin recelo. Después de todo, su preocupación principal es el sabor, no la salud.
Si sales a comer solo de vez en cuando, no te preocupes por lo que elijas. La comida debe disfrutarse y no ser una fuente de angustia. Adelante, pide un plato principal con salsa de queso; para compensar, de postre pide fruta o un sorbete, en vez de algo pesado con crema. Pero si sales a comer muy a menudo, elige las opciones más saludables.
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