Un evento vascular cerebral o cerebrovascular (EVC) se presenta debido a la obstrucción o ruptura de un vaso sanguíneo importante en el cerebro; esto impide el paso de sangre y oxígeno a los tejidos, y resulta en la muerte de las neuronas.
Aunque la circulación se interrumpa solo brevemente, el funcionamiento cerebral puede verse afectado. Y si el EVC dura más de unos cuantos segundos, las células del cerebro mueren o quedan lesionadas. El flujo de oxígeno debe restablecerse de inmediato para rescatar las neuronas dañadas.
Isquémico: Sobreviene debido a la obstrucción de la circulación en el cerebro. El culpable suele ser un coágulo que se forma en dicho órgano o en los vasos sanguíneos del cuello. El 90% de los eventos cerebrovasculares son de tipo isquémico.
Este grupo se divide, a su vez, en dos tipos:
EVC Hemorrágico: Aunque apenas 10% de los EVC son de tipo hemorrágico, tienden a ser más letales. Se presentan cuando un vaso o aneurisma (protuberancia en un vaso sanguíneo debilitado) se rompe y causa una hemorragia en el cerebro.
Cuando el paciente llega al hospital, lo más importante para el médico es determinar de qué tipo de EVC se trata. Con objeto de confirmar el diagnóstico, el cerebro del paciente se estudia mediante técnicas como la tomografía computarizada o la resonancia magnética nuclear. A veces también se piden electro- cardiogramas, a fin de averiguar si la persona padece alguna cardiopatía (como fibrilación auricular). Es posible que además de lo anterior se practiquen análisis sanguíneos para cuantificar los niveles de glucosa y colesterol en la sangre, o ultrasonidos para determinar si están obstruidas las arterias carótidas.
Este varía según el tipo de EVC del que se trate: isquémico o hemorrágico.
A algunos pacientes les funciona el activador del plasminógeno tisular (tPA, por sus siglas en inglés), un fármaco capaz de disolver los coágulos que obstruyen las arterias. El medicamento solo es eficaz si se administra por vía intravenosa dentro de las tres o cuatro horas posteriores al inicio de los síntomas de EVC y solo está indicado para pacientes con EVC isquémicos, es decir, los que sobrevienen por coágulos sanguíneos.
El tPA no se administra en caso de EVC hemorrágico porque puede exacerbar el sangrado y provocar la muerte. Para tratar este tipo de evento por lo general se usan medicamentos que bajan la presión arterial y la inflamación del cerebro, además de reposo estricto en cama y, quizá, aspirina. Es posible que la persona necesite terapia física y del habla.
Días, semanas o meses antes de sufrir un infarto cerebral, entre 30% y 40% de las víctimas experimenta un extraño signo de advertencia: un “mini EVC” de poca duración conocido como ataque isquémico transitorio (AIT). Esta interrupción breve de la circulación produce los mismos síntomas que el EVC, pero las molestias desaparecen unas cuantas horas después sin dejar secuelas.
Si experimentas este fenómeno, no lo descartes; el infarto cerebral podría estar a la vuelta de la esquina. Después de un AIT la probabilidad de sufrir un evento vascular cerebral en los siguientes dos días es de una entre 20, y en los siguientes meses, de una entre 10. Sigue leyendo para saber cómo reducir el riesgo.
Si crees haber sufrido un AIT o conoces a alguien que se encuentre en esa situación, acudan a consulta médica. En esos casos, el especialista suele rece- tar fármacos para evitar la formación de coágulos, bajar la presión arterial o disminuir las concentraciones de colesterol en la sangre.
A veces es necesario practicar estudios como ultra- sonidos o tomografías por resonancia magnética para determinar si las arterias que llevan sangre del cuello al cerebro están obstruidas por placa. Cuando el diámetro de estos vasos se ha reducido en más del 70%, es necesario recurrir a cirugía para retirar los depósitos de grasa.
Las probabilidades de sufrir un EVC aumentan si presentas uno o más de estos factores de riesgo:
Los que no puedes controlar:
Los que sí puedes controlar:
Los EVC son una de las causas más comunes de daño cerebral. Sin embargo, a veces es posible revertir sus secuelas. El cerebro es sumamente “plástico” y con el estímulo adecuado puede generar nuevas conexiones para compensar las funciones de la parte lesionada.
Los síntomas varían según la región cerebral o arteria afectada; los más comunes son estos:
En la mayoría de los casos los problemas iniciales mejoran, aunque en los primeros días, el paciente y quienes lo rodean se asustan al sentir que arrastra las palabras al hablar o que está parcialmente paralizado.
Tras un EVC, la recuperación puede ser lenta y, en ocasiones, parcial; no obstante, con la actitud y apoyo adecuados, es posible mejorar la calidad de vida. Sea cual sea la región dañada, el cerebro tiene la capacidad de repararse y una de las principales herramientas para lograrlo es la terapia, tanto física como neurológica. El objetivo es presentar desafíos novedosos al cerebro para que vaya formando nuevas conexiones. Así se crean vías alternas que rodean las zonas dañadas.
La capacidad del cerebro para sanarse depende mucho de la edad: tanto más joven sea, más fácilmente se recupera, pero el estímulo, la práctica y la novedad también pueden reanimar a los cerebros de gente mayor. Sin importar tu edad, activa tu mente a diario para aumentar las probabilidades de compensar la pérdida de función.
Existe un tipo de fármacos llamados trombolíticos que pueden prevenir e incluso revertir las lesiones cerebrales ocasionadas por el tipo más común de EVC, el isquémico (por coágulos). No obstante, es necesario administrarlos dentro de las 3 o 4 horas posteriores al inicio del evento. Se recomienda evaluar a las posibles víctimas de EVC con base en los siguientes tres síntomas específicos:
Además, el tiempo es crítico. Si notas alguno de estos signos, solicita una ambulancia de inmediato.
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