Si te alimentas con la idea de retrasar el paso del tiempo, claro que necesitas fijarte en los nutrientes, pero no solo en ellos. El acto de comer puede ser un vínculo compartido entre familiares y amistades. De hecho, el vocablo “compañía” proviene de las palabras latinas con y pane (pan). Compartir el pan con otras personas es un motivo para conversar, una experiencia social, una fuente de placer y una oportunidad de relajarnos. Para las personas más saludables del mundo la hora de la comida es un momento de calma y alegría, no una precipitada carrera en la que se atragantan los alimentos frente al televisor.
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Sin embargo, a muchas personas el ritmo acelera- do de la vida les dificulta planear comidas con sus seres queridos. A otras, el aislamiento las obliga a comer solas con frecuencia. Por extraño que parezca, la soledad es un factor de riesgo para tener una mala nutrición. Diversos estudios muestran que las personas que viven solas son más propensas a saltarse comidas y tener una alimentación de mala calidad. Por otro lado, las parejas que viven juntas poseen una ventaja adicional de salud: generalmente tienen una mejor dieta que quienes cocinan para una sola persona.
Cualquiera que sea tu circunstancia, trata de aprovechar al máximo los momentos de comer. Si vives solo, puedes esforzarte por poner la mesa y cocinar en casa todos los días de la semana (o casi todos). Otra opción es hacer planes para almorzar con un amigo o invitar a un grupo de personas cercanas a cocinar de manera informal de vez en cuando. Así no solo cultivarás tus amistades, sino que beneficiarás a tu organismo.
Todos tenemos hábitos y prejuicios profundamente arraigados con respecto a la comida, y algunos de ellos pueden ser difíciles de eliminar. Hazte las siguientes preguntas:
En caso de que hayas respondido que sí a cualquiera de estas preguntas, quizá debas replantear el papel que tiene la comida en tu vida diaria. No te concentres solo en consumir los alimentos adecuados, sino en las razones ideales para comer: tener una buena nutrición y salud, participar en un ritual social y, por supuesto, disfrutar.
Una bolsa de papas fritas puede parecer la recom- pensa perfecta para un día difícil, pero ¿por qué mejor no sales a caminar y luego te sientas a disfrutar la cena con un ser querido? Es verdad que todos comemos de prisa alguna vez, y merendar frente a la televisión de vez en cuando puede ser agradable, pero si dejamos que comer rápidamente y sin disfrutar se vuelva un hábito, nos perderemos de los profundos deleites de la mesa (que, además, mejoran la salud).
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